martes, 20 de enero de 2009

Personas: Amparo Mendo, una historia para aprender


Hace unas semanas tuvimos la suerte de leer un reportaje muy humano realizado a Amparo Mendo, una mujer y madre que tiene un hijo llamado Javier con discapacidad intelectual. La lucha por la integración de estas personas, la búsqueda de apoyo para las familias que cuentan entre sus miembros con alguna persona con este tipo de discapacidad y una mayor concienciación entre padres y sociedad es su bandera.

Hoy la hemos querido invitar a contar su experiencia ya que pensamos que su historia puede representar la de muchos padres, personas y familias que cuentan con familiares con algún tipo de discapacidad o dependencia y que por lo mismo requieren el establecimiento de medidas por parte de las organizaciones que les permitan conciliar para cuidar a los que quieren y a los que lo necesitan.

Historias como la de ella invitan a las empresas a entender la conciliación como una necesidad real lo cual puede ser entendido como una invitación a crear medidas que realmente respondan a las necesidades de las personas con el fin de potenciar un equilibrio entre la vida personal y profesional lo cual sin duda alguna traerá como retorno un aumento del compromiso, mayores niveles de satisfacción y como consecuencia un aumento en el hacer y en el querer hacer diario de nuestro trabajo.

Amparo Mendo: Su carrera, su visión

Actualmente, se dedica a temas de Comunicación. Es licenciada en CC de la Información, y ha ejercido como periodista en varios medios: redactora jefe de la revista GEO, corresponsal de la agencia EFE en Washington D.C., directora de contenidos del canal Viajar y jefa de Prensa de la productora audiovisual Zeppelín-Endemol.

Ha escrito un libro llamado “Nadie tan feliz” publicado por la editorial Temas de Hoy, donde comparte la historia de su hijo Javier.

También es co-autora en otros libros de relatos. Miembro de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS). En la actualidad imparte el módulo de Comunicación en los masters de Protocolo, Comunicación y RR.PP, de Empresa Turística y de Dirección General de Empresas en la escuela de negocios ESERP.
Además, escribe para la revista AR el blog “Hannah y sus hormonas”, una mirada divertida sobre los problemas de la menopausia.

En otra entrevista comentabas que conseguir el diagnóstico para lo que tenía tu hijo Javier fue muy difícil...

Conseguir un diagnóstico para nuestro hijo pequeño, Javier, nos costó sus primeros siete años de vida. Fue una travesía del desierto por el miedo, la desesperación, la angustia, las terapias equivocadas. Cumplida ya esa edad, el equipo de profesionales del grupo IRIDIA le realizó una evaluación donde, en un informe de quince páginas, leímos por primera vez el diagnóstico de “discapacidad intelectual”. Fue casi un alivio porque, por fin, sabíamos en qué dirección trabajar con él: el colegio, los apoyos necesarios, la terapia de ALANDA… Después llegaron muchos otros diagnósticos y hoy su informe parece una sopa de letras: AA (autismo atípico), TGD (trastorno generalizado del desarrollo), NEE (necesidades educativas especiales), TEA (trastorno del espectro autista)… Pero, por encima de todo eso, creo que Javier es un chaval (ya tiene 13 añazos!) fundamentalmente feliz

¿Qué diferencias existen entre las responsabilidades de una persona que tiene un familiar directo - con algún tipo de discapacidad –cuyo cuidado depende de ella- de otra que no lo tiene?

En el caso de los hijos, se rompen en pedazos esquemas aprendidos. Cuando tus amigos comienzan a disfrutar, de nuevo, de cierta independencia porque sus hijos van creciendo, tú no puedes hacer lo mismo (una cena improvisada, una escapada a merendar…) Y el futuro es una palabra que se convierte en un quebradero de cabeza y en la pregunta del millón de dólares: ¿qué le pasara cuando yo no esté? Y si hay hermanos mayores –tenemos otro hijo cuatro años mayor, Daniel-, no puedes ni debes hipotecar su vida (aunque quiera hacerlo).En otros casos –padres, hermanos…-, no lo sé porque no lo he vivido. Pero creo que hay una característica común a todos: el tiempo que les dedicamos, que no tenemos para mimarnos a nosotros mismos (incluidas las relaciones sociales) y que nos desgasta muchísimo física y psicológicamente. Es lo que los expertos llaman “la necesidad de cuidar al cuidador”.

Pero también hay un lado positivo: esa gratificación espiritual inmensa que recibes cuando lo das todo por amor, cuando todo el esfuerzo lo compensa una sonrisa o una carcajada, una mirada de cariño, una caricia o un pequeño avance, imperceptible para los demás. No sé muy bien cómo explicarlo, pero cuando les hablo a las familias como las mía, ellas lo entienden perfectamente. Puede que nuestros hijos tengan una discapacidad intelectual, pero es muchísimo más triste convivir con lo que yo llamo un “discapacitado emocional”, aunque dirija una empresa y tenga un yate.

¿Cómo cambio tu vida cuando nació Javier en términos profesionales?

Al principio, apenas nada. Como ya os he contado, fue una lenta búsqueda de diagnóstico que comenzó cuando apenas tenía siete meses. Intuíamos que algo no iba bien, pero no sabíamos qué y los médicos no le daban demasiada importancia. Más adelante, no es que tu vida cambie profesionalmente, sino que lo hace en términos vitales, valga la redundancia. Es decir, te das la vuelta como un guante y lo que antes te parecía importantísimo (como tener una brillante trayectoria profesional) ya no lo es tanto. Cambian tus expectativas y eso te hace cambiar tus direcciones, también las profesionales.

Sabemos que actualmente trabajas como freelance pero antes trabajaste como asalariada en el mundo empresarial, ¿Qué fue lo que te llevo a tomar esta decisión?

No es una decisión que tomara de la noche a la mañana, sino más bien de forma paulatina. Primero pedí una reducción de jornada, con su correspondiente reducción de sueldo, que me concedieron sin ningún problema y con todas las facilidades del mundo. No era solo por Javier: había padecido un cáncer de mama tres años atrás y hubo algunas complicaciones que deterioraron un poco mi salud. Después de un par de años así, finalmente decidí dejar la empresa. Esta última decisión fue tanto por motivos profesionales como por el hecho de que Javier entraba en una etapa complicada –pubertad y adolescencia- que iba a requerir muchísima atención por nuestra parte.

¿Qué satisfacciones te ha traído poder gestionar tu tiempo y dedicarte a él?

Como dices, ser dueña de TODO mi tiempo ha sido fundamental. Y no sólo para dedicarme a él y a los otros miembros de la familia, sino también a mí misma.
A día de hoy, ¿Cómo es tu día a día como madre y profesional?
Entre las ventajas, que puedo hacer la compra –pongamos por caso- un lunes a las 11 de la mañana. Entre las desventajas, que estoy respondiendo a esta entrevista un sábado a las nueve de la noche… Pero COMPENSA!!!!!!

Si una empresa te hubiera ofrecido lo que tu necesitabas en ese momento, ¿Serías a día de hoy Freelance?

No tengo ni idea, pero dudo mucho de que me situación hubiese cambiado sustancialmente. Cuando solicitas una reducción de jornada o pides conciliar, la gente suele comprender los factores humanos. Pero, lamentablemente, las empresas te “borran” de entre los profesionales con posibilidades de ascender o ampliar su carrera.

¿Qué consejos le darías a las empresas para potenciar un mayor apoyo a personas que pueden tener una situación como la tuya?

Que aprendan a valorar las capacidades profesionales en función de la productividad, y no de las horas que se pasan en la oficina. He conocido gente capaz de solventar problemas en cuatro horas y gente que, después de diez mirando el ordenador y navegando por Internet, no ha solucionado nada. Esto, que parece de Perogrullo, no está ni mucho menos asumido.

Además, hay que racionalizar los horarios de trabajo: ¿por qué hay que perder tres horas comiendo cuando los asuntos se pueden solucionar en media hora de trabajo serio en el despacho? ¿Por qué hay que salir a las 7, las 8 o las 9 de la noche? Si algunos marean la perdiz porque no quieren llegar a casa antes (especialmente a la hora de los deberes escolares, los baños, la preparación de la cena), no es problema del resto. Pero, claro, es muy aburrido estar solo en la oficina…

Las empresas también deberían aprender a valorar y fomentar esas otras cualidades no necesariamente profesionales de las personas: las que generan liderazgo humano, solidaridad, empatía, creatividad, ambientes positivos de trabajo, optimismo, vitalidad, sinceridad, responsabilidad… No creo para nada en esa máxima que nos han hecho creer de que, el jefe, buen profesional por encima de todo, aunque sea mala persona. Para mí, eso es un oxímoron, una contradicción absoluta y absurda.
Y ya hace mucho tiempo que constato la ineficacia de las organizaciones con poder y organigramas verticales.

Muchas gracias Amparo por querer compartir con nosotros tu visión.

Gracias a vosotros por vuestro interés en mi punto de vista.

Sus enlaces imprescindibles sobre discapacidad intelectual:

FEAPS ( www.feaps.org ), Confederación Española de Organizaciones a favor de las Personas con Discapacidad Intelectual y sus Familias.
ALANDA ( www.asociacionalanda.org )
AFANIAS ( www.afanias.org )
ALEPH ( www.alephtea.com )

Su libro: “Nadie tan feliz”

www.temasdehoy.es/Fichas/FichaPack2.aspx?IdPack=2&IdPildora=97569
www.nadietanfeliz.blogspot.com

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