lunes, 6 de abril de 2009

Por la igualdad en la UE: Campaña "No modern european democracy without gender equality!"


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Cuando comprendemos que conciliar es una necesidad: Inmaculada Gilaberte


El pasado 4 de Marzo tuvimos la suerte de asistir a la presentación del libro “Equilibristas, entre la maternidad y la profesión” de Inmaculada Gilaberte.

Un libro que desde una perspectiva totalmente diferente refleja de una forma directa y muy personal los retos y contradicciones de la maternidad en una sociedad y un tiempo en los que el papel de las mujeres se ha alterado de manera radical. Desde una mirada cercana Inmaculada explica en forma de cartas a su hija las dificultades, tensiones y también alegrías del día a día experimentadas por una mujer profesional que no desea renunciar a su carrera, y lucha al mismo tiempo por reconocerse en su nuevo papel como madre.

Hoy hemos querido invitarla a este espacio ya que pensamos que su historia puede representar y a su vez ayudar a reflexionar a muchas madres profesionales que se encuentran en el aparente dilema de tener que elegir.



Inmaculada Gilaberte: Su carrera, su visión


Es médico especialista en Psiquiatría, y Master por el Instituto de Empresa. Ha dedicado la mayor parte de su vida profesional a la investigación en los campos de la neurobiología y la farmacología de la depresión y de otras enfermedades mentales.

Ha coordinado la edición del libro Nuevas perspectivas en la depresión (Aula Médica, 2004), y ha publicado más de 30 artículos en revistas científicas de gran prestigio.

Es madre de dos hijos.

Primero felicitarte por tu libro y darte las gracias por querer compartir tu visión con nuestros lectores. ¿Desde dónde nace y a qué necesidad responde “Equilibristas”?

En mi caso, la escritura surgió de la necesidad de ordenar mi propia experiencia maternal. Empecé a escribir para intentar reconocerme como madre y para encontrar las claves que me permitieran entender mis vivencias. Durante un tiempo leí sobre otras maternidades, tuve muchas conversaciones con madres recientes, e intente poner orden en mis pensamientos y en mis sentimientos. A medida que iba escribiendo iba encontrando una misión a este ejercicio de reflexión: dar a conocer la complejidad de la maternidad actual a esta sociedad que parece no querer darse por enterada de las condiciones en las que las mujeres de hoy la ejercemos. Esta es la intención fundamental que subyace en “Equilibristas”.

Si tuvieras que resumir el mensaje que quieres lanzar a través de tu libro, ¿Qué aspectos destacarías del mismo?

Me gustaría que se exhibiera la riqueza que aporta la maternidad, tanto para nosotras, como para la sociedad. Las mujeres nos estamos acostumbrando a negar la fragilidad fisiológica que acompaña al embarazo o la sobrecarga física y mental que suponen los primeros años de crianza de nuestros hijos. Lo hacemos con la intención de evitar desandar el avance conseguido en nuestro camino hacia la igualdad, pero esta negación resulta antinatural e insostenible. Porque finalmente, nos debatimos en el difícil equilibrio entre la maternidad y la profesión como si ambas facetas fueran enemigas irreconciliables en vez de aliadas complementarias en nuestras vidas. Por eso, entre todos debemos evitar que este mundo de igualdad de género que ya percibimos en occidente caiga en la trampa de negar la riqueza que a todos nos proporciona la maternidad.

No es común que alguien de tu formación comience a hablar de estos temas y pensamos que justamente además de tu experiencia el valor de tus aportes va de la mano a tu profesión... ¿Qué mensajes les darías tanto a las personas como a las organizaciones con respecto a la necesidad de legitimar espacios en los cuales la maternidad, la posibilidad de conciliar, y al mismo tiempo desarrollarnos profesionalmente sea una realidad?

La experiencia de ser madre y directiva en la sociedad actual, me permite hablar en primera persona de los retos y contradicciones a los que la maternidad nos expone a nosotras, las mujeres que perseguimos el éxito no solo en nuestra vida profesional sino, ante todo en nuestra vida personal.

La Psiquiatría y la Neurobiología además me han abierto la mente a los efectos tan positivos que la maternidad tiene sobre nuestro cerebro. Porque hoy sabemos que tanto el vaivén hormonal del embarazo, el parto, y el primer año de crianza como las vivencias de estos procesos pueden remodelar nuestro cerebro produciendo cambios en él capaces de mejorar el aprendizaje, la memoria y la respuesta al estrés. No sólo esto, sino que este fenómeno de mejoría de funciones cognitivas se extiende más allá de la etapa de crianza de nuestros hijos beneficiando así toda nuestra trayectoria vital.

Por eso pienso que deberíamos empezar a pensar en la maternidad en términos de ganancias y beneficios. Pues tanto para nosotras, como para nuestros hijos esta función maternal está llena de tareas enriquecedoras que nos ayudan a nosotras a ser mejores profesionales y mejores personas y a nuestros hijos a crecer sanos física y mentalmente y llenar de riqueza y progreso el futuro de esta sociedad.

Rol de mujer, rol de madre, rol de profesional, entre otros tantos... ¿Qué puede llegar a ocurrir cuando estos roles entran en conflicto?

Las madres más afortunadas conseguimos compaginar nuestro rol de madre con el de profesional, pero no nos engañemos, lo hacemos olvidándonos de nuestras aficiones, de nuestro tiempo propio, e incluso de nuestras propias necesidades. Solemos hacer frente a una doble jornada laboral, vivimos siempre al filo del abismo ante cualquier imprevisto, y eso sin contar la culpabilidad que nos asalta cuando tenemos que llevar a nuestros hijos al pediatra, o atender cualquier demanda extra.

Esta carga excesiva puede acabar por minar nuestra salud. Las madres nos sentimos agotadas emocional y físicamente, juzgadas con severidad por nuestro entorno y padeciendo un estrés crónico salpicado siempre por imprevisibles crisis que nos ahogan. No es raro pues que suframos más trastornos de ansiedad o de depresión que los hombres.

A pesar de este sobreesfuerzo mantenido al menos durante los primeros años de crianza de nuestros hijos, sentimos que el entorno social que nos rodea no aprecia nuestra dedicación e incluso que la niega o nos penaliza por ello. Y todos convivimos con esta injusticia que rodea a la maternidad actual, sin pararnos a pensar en las consecuencias que puede tener.

En tu libro hablas sobre el master maternal... ¿A qué te refieres con este concepto?

Las madres poseemos unos poderes increíbles aunque desconocidos para la sociedad actual. La naturaleza hace una inmensa inversión en nuestro cuerpo y en nuestra mente para permitirnos albergar y criar un hijo. Desde ese nuevo lugar donde nos sitúa esta función descubrimos recursos, fortalezas y posibilidades que ni siquiera conocíamos de nosotras mismas.

La maternidad nos lleva a un proceso de transformación interior, nos enfrenta a nuestros miedos y fantasmas y nos hace crecer como ninguna otra circunstancia vital. Virtudes como la generosidad, el altruismo o la empatía se hacen necesarias para que podamos cuidar a ese ser humano que depende total y absolutamente de nosotras. La intuición, la inteligencia emocional, y la paciencia se afianzan en nuestros corazones. También crecemos en aptitudes tales como la capacidad de gestión, el proceso de toma de decisiones o el manejo de las crisis.

Por eso, los departamentos de Recursos Humanos de nuestras empresas no deberían obviar estas enseñanzas tan rentables que reciben sus empleadas de forma natural cuando se convierten en madres. Un exigente master en desarrollo personal que la naturaleza programa para nosotras.

A Conciliamos.es nos llegan muchos emails de mujeres profesionales compartiendo experiencias de haber sido penalizadas por sus organizaciones y coartadas en su desarrollo profesional por decidir ser madres... ¿ Que les dirías a estas mujeres y que mensaje lanzarías para las organizaciones que aún ven en la maternidad un problema?

La mayor parte de la discriminación por razones de género que se produce en estos momentos en España, está relacionada con la maternidad. Quizá no es una discriminación abierta, pero muchas madres saben como se las ha arrinconado en su profesión o como permanecen anquilosadas en puestos por debajo de sus posibilidades. Esta es una de las mayores injusticias sociales que sobrevive en Occidente hoy. No debemos permitirlo, y somos nosotras las primeras que tenemos que luchar para hacer evidente esta discriminación y conseguir evitar que ocurra.

A las empresas les diría que las madres somos una parte importante de esta sociedad, no solo como empleadas sino como decisores y clientes. Pero además, tenemos que extender la visión de que somos nosotras, las madres, las que tenemos la llave del progreso y del futuro de esta sociedad. Así, qué ¿como negarnos la capacidad de decidir desde los mismos centros de las organizaciones?

A día de hoy la potenciación de la maternidad para aumentar el índice de natalidad en nuestro país constituye un objetivo estratégico para nuestra sociedad considerando que en el 2050 seremos unos de los países más viejos del mundo, ¿Qué papel piensas que deberían jugar las organizaciones dentro de este contexto?

Desde aquí me gustaría pedir apoyo al Ministerio de Igualdad para que se muestren los costes y beneficios que tener hijos conlleva para las mujeres profesionales en la actualidad. Las mujeres no deberíamos arriesgar la fecundidad esperando a que suene la alarma de nuestro reloj biológico para convertirnos en madres o esconder las exigencias que tienen las primeras etapas de la crianza de nuestros hijos. Todo esto debiera estar reconocido, aceptado y valorado socialmente.

Esta sociedad tiene la obligación de ayudarnos a ser mejores madres y mejores profesionales, y permitir que podamos ejercer ambas funciones con complementariedad y no como si fueran dos funciones antagónicas. Tener hijos nos acarrea un desarrollo personal sin precedentes que va a repercutir de forma positiva en nuestra profesión.

Además, cuanto mayor sea la dedicación que nosotras, las madres, asumamos con nuestros hijos, probablemente más progreso y riqueza tendrá la sociedad del futuro, así que ¿como permitir que paguemos un alto coste profesional por donar estos beneficios?


En nuestros cursos observamos que existen muchas mujeres que han renunciado o dejado temporalmente de lado su carrera profesional, sin embargo los motivos que aparecen a la base son muy diferentes y en ellos encontramos dos discursos bastante arraigados:

Por una lado aquellas profesionales que identifican la maternidad como un freno en sus carreras y renuncian a su desarrollo profesional “por sus hijos” con el concomitante grado de frustración y consecuencias. Y por otro lado mujeres profesionales que identifican la maternidad como algo prioritario en sus vidas y que por lo mismo su afán de desarrollarse profesionalmente pasa a segundo plano.


¿Poner fuera o hacernos cargo de nuestras elecciones? ¿Que consecuencias trae una u otra opción para nuestro propio desarrollo y el de nuestros hijos?

Hemos oído demasiadas veces la frase: “no se puede tener todo en la vida, …hay que elegir”. Sin embargo la renuncia a la carrera profesional por no poder compaginar ésta con la maternidad nunca debería ser considerado como una elección libre. No lo es, desde el momento en que la ejercemos porque somos incapaces de considerar la opción de conciliar ambas funciones. Esta sociedad tiene el deber de poner los medios necesarios para que profesión y maternidad puedan convivir en armonía en la vida de cualquier mujer.

No deberíamos consentir tampoco ser juzgadas con severidad por continuar con nuestra ambición profesional cuando tenemos hijos. Nosotras somos las primeras que tenemos que empezar a pensar que es legítimo desear seguir progresando en nuestras carreras profesionales después de ser madres. Porque, quizá es hora también de que las mujeres aprendamos que no sólo somos buenas madres por esa entrega desmesurada de energía y tiempo que prodigamos a nuestros hijos, sino sobretodo por contribuir a su crecimiento intelectual, y servirles de modelo profesional. Y no es equivocado pensar que, probablemente ese es el mejor legado que podemos dejarles.

¿Qué consejos le darías a las empresas que quieran atraer el talento de las madres profesionales?

Escuchamos una y otra vez de nuestros directivos que las personas somos el activo más importante dentro de las organizaciones, pero a las mujeres que formamos parte de ese universo, sin embargo no se nos cuida cuando nos convertimos en madres. Esto es especialmente cruel hoy, cuando la tecnología pone en manos de las organizaciones los medios necesarios para que se nos pueda facilitar la conciliación de un modo incuestionable. La flexibilidad de horarios, el teletrabajo, las videoconferencias, la conexión desde cualquier lugar, son posibilidades que no se están explotando como debieran hoy en las empresas, y que sin embargo marcarían la diferencia para que las madres pudieran compaginar de un modo más sencillo su vida profesional con el cuidado de sus hijos.

Muchas gracias Inmaculada por querer compartir con nosotros tu visión.

Los chicos no lloran: Del ejecutivo racional al padre emocional


A día de hoy producto de nuestra historia nos encontramos con un discurso social muy fuerte sobre la necesidad de potenciar el espacio de la mujer en términos laborales, como mujer y como madre lo cual es legítimo y responde a una necesidad real que tenemos que enfrentar y apoyar todos los actores sociales ya que finalmente esto nos permitirá avanzar como sociedad.

El problema comienza cuando pensamos que sólo con esto lograremos la igualdad tan anhelada y el equilibrio que nos falta para poder avanzar más allá del sexo.

Hoy he pensado en invitaros a reflexionar sobre un tema que pienso que es necesario a tener en cuenta cuando hablamos de igualdad, de progreso y equilibrio social. Quiero invitaros a mirar las dos caras de la moneda… si a la mujer se le ha limitado el espacio social para su desarrollo profesional al hombre se le ha limitado su posibilidad de desarrollo emocional.

Desde los lugares que históricamente hemos ocup ado al igual que a la mujer se le relego al cuidado de la familia e hijos y transmisión de cultura, al hombre se le dio el lugar de proveedor, de quien tenía que traer el sustento a casa, entregar seguridad…

Desde esos modelos hemos crecido y estos modelos son justamente los que tenemos que cuestionar si queremos llegar a la igualdad. Ese cuestionamiento al igual que tiene que pasar por el derecho de la mujer a poder de ser madre, esposa, profesional, … debe pasar por que entendamos que tenemos también un largo camino por delante con respecto al desarrollo emocional – en muchas culturas negado- de los hombres.

Son muchas las veces que he escuchado a padres afirmar que lamentan no haber pasado el tiempo suficiente con sus hijos - hoy ya mayores- , son muchos los que me transmiten la dificultad que tienen para vincularse y conocer emocionalmente a sus propios hijos, son muchos los que me dan cuenta de sentimientos de culpa al hablar del conflicto que se les generaba entre ser un padre presente y tener que dedicar largo tiempo al trabajo para poder dar seguridad económica a sus familias.

El “Tengo que”… aparece en ellos en el trabajo, con la misma fuerza que aparece en muchas mujeres con respecto a la responsabilidad que sienten con sus hijos.

Es por eso que creo importante reflexionar en torno a la integración de la mujer al mundo laboral y del hombre al mundo emocional. Así, vemos ambas caras de la misma moneda y no sólo nos quedamos en apreciaciones parciales en torno de la mujer por una historia que la ha desventajado.

Esa historia no puede quedar simplemente en la lucha por la reivindicación de la mujer, creo importante siempre “dar el espacio”, “unificar criterios” para la integración del hombre en otros espacios, así no termina siendo otra forma de ganar poder, ahora del lado de las mujeres, si no que generar la posibilidad de compartir aquellos aspectos emocionales que también han quedado negados para el hombre. Ya que cuando pensamos en integración, también pensamos en igualdad, en paridad.

El tema de la igualdad, no es el malentendido intento de borrar las diferencias si no precisamente el reconocimiento e integración de esto desde un modelo más igualitario.

Desde ahí podría plantear que así como antiguamente se ejercía el poder paternalista, hoy se dice que ha habido un declive del poder del padre o de la autoridad. Quizás a día de hoy el lugar del padre ha cambiado, quizás ya no debe estar más puesto sólo en lo normativo, en lo económico, al igual que está cambiando el lugar de la mujer. No se trata de una lucha de sexos, sino de una necesidad de avanzar juntos de reconocer los espacios que cada uno ha perdido para trabajar en poder desarrollarlos hoy y de esta forma llegar a una complementariedad que supere estereotipos y roles y deje ver a la persona como ser íntegro que necesita desarrollarse como profesional, sujeto, padre o madre…

Tenemos que poder transformar las “formas paternalistas” de plantear las diferencias, de integrar las diferencias por “formas parentalistas” que incluye tanto al hombre como a la mujer en su rol de padres, por ejemplo. Cuando hablo de un sistema parental, me refiero a la integración de la mujer al mundo laboral en complementariedad con su rol parental y así mismo la integración del hombre al mundo emocional en su rol parental, como complemento a su vida laboral.

Quizás de esta forma, permitiéndonos a nosotros mismos crecer más allá de los modelos socialmente marcados podamos avanzar, y comenzar a escuchar menos historias de padres que se sienten culpables y que se reconocen como incompetentes en el plano emocional y menos historias de madres que contienen un alto grado de frustración por no haber podido desarrollarse profesionalmente.

Re-educarnos es una tarea de todos, flexibilizar nuestros roles y permitirnos crecer de forma integra una tarea de nosotros mismos. Esa es mi sexta invitación.

Psi. Karin Cruz. karincruz@conciliamos.es