lunes, 6 de abril de 2009

Los chicos no lloran: Del ejecutivo racional al padre emocional


A día de hoy producto de nuestra historia nos encontramos con un discurso social muy fuerte sobre la necesidad de potenciar el espacio de la mujer en términos laborales, como mujer y como madre lo cual es legítimo y responde a una necesidad real que tenemos que enfrentar y apoyar todos los actores sociales ya que finalmente esto nos permitirá avanzar como sociedad.

El problema comienza cuando pensamos que sólo con esto lograremos la igualdad tan anhelada y el equilibrio que nos falta para poder avanzar más allá del sexo.

Hoy he pensado en invitaros a reflexionar sobre un tema que pienso que es necesario a tener en cuenta cuando hablamos de igualdad, de progreso y equilibrio social. Quiero invitaros a mirar las dos caras de la moneda… si a la mujer se le ha limitado el espacio social para su desarrollo profesional al hombre se le ha limitado su posibilidad de desarrollo emocional.

Desde los lugares que históricamente hemos ocup ado al igual que a la mujer se le relego al cuidado de la familia e hijos y transmisión de cultura, al hombre se le dio el lugar de proveedor, de quien tenía que traer el sustento a casa, entregar seguridad…

Desde esos modelos hemos crecido y estos modelos son justamente los que tenemos que cuestionar si queremos llegar a la igualdad. Ese cuestionamiento al igual que tiene que pasar por el derecho de la mujer a poder de ser madre, esposa, profesional, … debe pasar por que entendamos que tenemos también un largo camino por delante con respecto al desarrollo emocional – en muchas culturas negado- de los hombres.

Son muchas las veces que he escuchado a padres afirmar que lamentan no haber pasado el tiempo suficiente con sus hijos - hoy ya mayores- , son muchos los que me transmiten la dificultad que tienen para vincularse y conocer emocionalmente a sus propios hijos, son muchos los que me dan cuenta de sentimientos de culpa al hablar del conflicto que se les generaba entre ser un padre presente y tener que dedicar largo tiempo al trabajo para poder dar seguridad económica a sus familias.

El “Tengo que”… aparece en ellos en el trabajo, con la misma fuerza que aparece en muchas mujeres con respecto a la responsabilidad que sienten con sus hijos.

Es por eso que creo importante reflexionar en torno a la integración de la mujer al mundo laboral y del hombre al mundo emocional. Así, vemos ambas caras de la misma moneda y no sólo nos quedamos en apreciaciones parciales en torno de la mujer por una historia que la ha desventajado.

Esa historia no puede quedar simplemente en la lucha por la reivindicación de la mujer, creo importante siempre “dar el espacio”, “unificar criterios” para la integración del hombre en otros espacios, así no termina siendo otra forma de ganar poder, ahora del lado de las mujeres, si no que generar la posibilidad de compartir aquellos aspectos emocionales que también han quedado negados para el hombre. Ya que cuando pensamos en integración, también pensamos en igualdad, en paridad.

El tema de la igualdad, no es el malentendido intento de borrar las diferencias si no precisamente el reconocimiento e integración de esto desde un modelo más igualitario.

Desde ahí podría plantear que así como antiguamente se ejercía el poder paternalista, hoy se dice que ha habido un declive del poder del padre o de la autoridad. Quizás a día de hoy el lugar del padre ha cambiado, quizás ya no debe estar más puesto sólo en lo normativo, en lo económico, al igual que está cambiando el lugar de la mujer. No se trata de una lucha de sexos, sino de una necesidad de avanzar juntos de reconocer los espacios que cada uno ha perdido para trabajar en poder desarrollarlos hoy y de esta forma llegar a una complementariedad que supere estereotipos y roles y deje ver a la persona como ser íntegro que necesita desarrollarse como profesional, sujeto, padre o madre…

Tenemos que poder transformar las “formas paternalistas” de plantear las diferencias, de integrar las diferencias por “formas parentalistas” que incluye tanto al hombre como a la mujer en su rol de padres, por ejemplo. Cuando hablo de un sistema parental, me refiero a la integración de la mujer al mundo laboral en complementariedad con su rol parental y así mismo la integración del hombre al mundo emocional en su rol parental, como complemento a su vida laboral.

Quizás de esta forma, permitiéndonos a nosotros mismos crecer más allá de los modelos socialmente marcados podamos avanzar, y comenzar a escuchar menos historias de padres que se sienten culpables y que se reconocen como incompetentes en el plano emocional y menos historias de madres que contienen un alto grado de frustración por no haber podido desarrollarse profesionalmente.

Re-educarnos es una tarea de todos, flexibilizar nuestros roles y permitirnos crecer de forma integra una tarea de nosotros mismos. Esa es mi sexta invitación.

Psi. Karin Cruz. karincruz@conciliamos.es

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